- Se acerca el invierno, Elena - dijo él, y su voz era nítida y espeluznante, sobreponiéndose al aullido del viento -. Una estación implacable. Antes de que llegue, habrás averiguado qué puedo hacer y qué no. Antes de que el invierno esté aquí , te habrás unido a mi. Serás mía.
La cabeza de la muchacha se alzó violentamente, pero no había nada que ver, sólo la mareante blancura que quemaba su nariz y sus mejillas y espesaba sus pestañas. Hasta ese momento, cuando los finos granos se posaron en su piel, no comprendió qué eran: copos de viene.
Nevaba el primero de noviembre. En las alturas, el sol había desaparecido.